Los Olímpicos, en honor a Zeus, no eran los únicos juegos griegos. A Hera, su hermana y esposa, le dedicaron los Hereos…
Los juegos de Corinto y Nemea nacieron de dos infanticidios. Una madre y una víbora fueron las asesinas. Clic para tuitear
Poseidón disfrutaba de los Ístmicos. Para el bello Apolo se instituyeron los Píticos y la severa Atenea gozó de los Panatenaicos. Olímpicos, Ístmicos, Píticos y Nemeos (que también honraban a Zeus) componían los Juegos Panhelénicos, a los que acudían atletas de todas las polis griegas y de sus colonias.
Las cuatro competiciones se celebraban dentro de la Olimpíada, es decir, el cuatrienio que iba de unos Olímpicos a los siguientes.

La consideración de la mujer en Grecia, con la salvedad de Esparta, se resume en esta sentencia atribuida al primer filósofo, Tales de Mileto: «Le estoy agradecido al destino por haber nacido humano y no bestia; hombre, y no mujer; heleno, y no bárbaro». Por eso resultan llamativos los Juegos Hereos o Heraia, protagonizados por mujeres, seres sin ciudadanía, como un niño o un extranjero (el tongo electoral que revocó la ciudadanía femenina en Atenas ya lo contamos en esta entrada).
Dieciséis mujeres organizaban los Juegos Hereos en Olimpia

La Heraia se celebraba en Olimpia cada cuatro años. Dieciséis mujeres formaban el comité organizador, una por cada polis de la Élide, cuna de los juegos y región donde se ubicaba Olimpia. Repartidas en tres categorías de edad, las atletas competían en una carrera pedestre con una túnica corta que dejaba al aire el seno derecho. Las ganadoras recibían una corona de olivo, una granada y una porción de una vaca sacrificada a Hera. La granada es un símbolo de fertilidad y atributo de la diosa, protectora del matrimonio; también cuidaba de los rebaños, por lo que recibía el epíteto de «la de ojos de novilla».
En la Antigua Grecia, el deporte era un acto religioso incluido en los festivales de los santuarios más importantes. De ahí que cada juego tuviera un origen mitológico.
Los Hereos se remontan al mito de Hipodamía, una bellísima princesa hija del rey Enómao de Pisa, ciudad vecina de Olimpia. Un oráculo le avisó de que su yerno lo mataría, así que retaba a los pretendientes de Hipodamía a una carrera de carros. Enómao vencía siempre y, uno tras otro, mataba a los desdichados jóvenes.
La traición de una hija a su padre dio lugar a la institución de la Heraia
Sin prestar atención a los sangrientos antecedentes, Pélope, una apuesto galán con el hombro de marfil desafió al rey. El joven traía un tiro de caballos que le regalo Poseidón (agradecido por sus favores como efebo). Gracias a eso, y a la traición del auriga real, Mírtilo, venció a Enómao, que se mató en la carrera: el traidor le había cambiado las pezoneras de bronce de las ruedas por otras de cera.

Enamorada de Pélope, Hipodamía le agradeció a Hera su victoria con la ofrenda de un peplo, la túnica talar sin mangas que dio nombre a un género cinematográfico; quizá de ahí le venga a la reina del Olimpo otro de sus epítetos: «la de níveos brazos». Como lo tejieron dieciséis mujeres, sus descendientes formaron el comité de la Heraia.
El carácter de Poseidón era temible y volátil, como los terremotos y las tempestades, sus dos manifestaciones. Con los Juegos Ístmicos, o Poseidonios, los corintios procuraban aplacarlo. Su sede era el santuario de Istmia, en el Istmo de Corinto. Los atletas competían en carreras pedestres y de carruajes, pugilato, pentatlón y pancracio. Este último era una especie de vale tudo o kickboxing. El pentatlón se componía de stadion (carrera a pie), lucha, salto de longitud, jabalina y disco. Los ganadores recibían guirnaldas de pino.
Los atletas se la jugaban por coronas de pino, apio, olivo y laurel
Un infanticidio fue el origen mítico de estos juegos. En un arrebato de locura, el rey Atamante asesinó a su bebé Learco. Loca de dolor, su esposa Ino se arrojó al mar abrazada a su otro hijo, Melicertes. Poseidón convirtió al crío en una deidad marina, Palemón, y ambos fueron celebrados cada dos años en los Juegos Ístmicos.

Otra muerte mítica, la del dragón Pitón a manos de Apolo, dio lugar a los Juegos Píticos. También se llamaron Délficos porque se celebraban cada cuatro años en el santuario apolíneo de Delfos, al pie del monte Parnaso. Tenían más especialidades pedestres que los Ístmicos, incluida la carrera con armas, el hoplitódromo, donde los atletas corrían con su panoplia defensiva: casco, coraza, escudo y grebas.

Los vencedores recibían coronas de laurel, el árbol de Apolo. Además, y en honor al dios de la cítara, se organizaban certámenes poéticos y musicales. En algún momento, los Píticos compitieron de tú a tú en fama y prestigio con los Olímpicos.
En los Juegos Nemeos competían atletas de categoría infantil
Otro reptil figura en los orígenes de los Juegos Nemeos. Una serpiente mató en un campo de apio al pequeño Ofeltes, hijo de un sacerdote de Zeus. Como recuerdo, se instituyeron los Nemeos, llamados así por Nemea, donde Hércules mató al león cuyo pellejo fue su legendaria vestimenta. Nemea estaba situada en la Argólida, región dominada por la ciudad-Estado de Argos, sede postrera de los juegos. Era un festival bianual y los vencedores, incluidos los de categoría infantil, recibían una corona de apio.

Por fin, tenemos los Juegos Panatenaicos, incluidos en las Panateneas, las fiestas anuales en honor a Atenea, patrona de Atenas. Cada cuatro años, se celebraban las Grandes Panateneas, que incluían competiciones deportivas a la altura de los Juegos Olímpicos o de los Píticos. Las instauró el primer rey de Atenas, el mítico Erictonio, mitad hombre y mitad reptil. Se cuenta que nació del semen de Hefesto, derramado por el muslo de Atenea cuando el herrero contrahecho intentó violarla. La diosa se lo limpió con una guedeja que tiró a la Tierra, quedando Gea preñada de Erictonio. Cuando nació, Palas lo adoptó.
Además de las pruebas que ya hemos visto en otros juegos, en los Panatenaicos se celebraban carreras con antorchas, danzas pírricas, simulacros de batallas hípicas y certámenes de belleza masculina. Los ganadores recibían un ánfora llena de aceite, pues el olivo era un atributo de Atenea.
La tregua sagrada panhelénica protegía a las delegaciones deportivas
Desde el siglo IX a. C., los Juegos Olímpicos estuvieron amparados por la ekecheiria, la tregua sagrada entre las polis griegas. Unos heraldos partían para anunciar la fecha de comienzo de los juegos y proclamar la tregua. Con el tiempo, la paz de los juegos se extendió a los Panhelénicos.
Si quieres saber cómo y cuánto gozaban del sexo Zeus, Hera, Apolo y Poseidón, te lo cuento en ¿Nos hacemos unos griegos?, mi último libro…
