Hace un mes publiqué un artículo en este blog sobre la falta de rigor en las portadas de las novelas históricas. Y más, las de romanos. Ilustré esa crítica con una excepción notable. El novelista italiano Massimiliano Colombo, autor de Draco. La sombra del emperador, le agradecía a su editora que hubiese respetado sus opiniones, llenas de rigor, sobre la cubierta del libro. Lo dicho, una excepción.
Las portadas, talón de Aquiles de las novelas de romanos Clic para tuitear
Lo normal es que muchas portadas inspiradas en Roma estén mal, o muy mal, documentadas. Es decir, que sean anacrónicas. Y a las pruebas me remito…
Prueba número 1. La fotografía de la portada de Aníbal. Nubes de guerra, de Ben Kane, representa a un legionario imperial. Por la disposición longitudinal de la cresta, un optio, suboficial por debajo del centurión, cuyo penacho, en cambio, era transversal.
El casco de este soldado es de la segunda mitad del siglo I. En cambio, el legendario caudillo cartaginés vivió entre los años 247 y 183 a. C.. Así que no peleó contra el Imperio, sino contra la República. Es decir, hay casi tres siglos de distancia entre la época de la novela y la portada que la vende. Y bien vendida que la deja.
Los legionarios a los que Aníbal masacró en Italia llevaban cascos helenísticos o propiamente itálicos. Los podemos ver más abajo, en el dibujo firmado por el ilustrador militar Seán Ó’Brógáin. En el centro de la imagen, un casco italo-corintio con un penacho negro y dos plumas púrpura. A su izquierda, con penacho blanco, uno helenístico. Justo debajo, en el centro de la imagen, un modelo ático, quizá tomado de los samnitas, proverbiales enemigos de Roma en Italia. Hay autores que opinan que ese modelo es, en realidad, calcídico. La diferencia es que el ático no lleva protección nasal y el calcídico sí. A algunos les basta con que el protector sea levemente insinuado, como en la imagen de Ó’Brógáin, para que sea ítalo-calcídico.
Griegos y celtas inspiraron los primeros cascos de Roma

Hasta aquí, grosso modo, los yelmos de origen heleno, inspirados en las colonias de la Magna Grecia del sur peninsular y en los mercenarios que llegaban a la península.
«Pon lo que tengas ahí con espadas y las pantorrillas al aire…»

A la derecha del casco ático aparece, con dos plumas púrpura y una negra, un montefortino, nombre que toma de una localidad del centro de Italia donde se encontraron restos muy bien conservados. Es gemelo del que porta el legionario en vanguardia con la espada ensangrentada. Y, por último, sin carrilleras, un coolus, modelo posterior a las campañas de Aníbal, como luego veremos. Todos estos vendrían de un ramal céltico del norte peninsular.

Esa media docena de yelmos republicanos está lejos del modelo imperial de la portada de Kane. Añadamos que los scutum que portan estos legionarios no tienen todavía la popular forma de teja. Son ovalados, inspirados en los que usaban sus enemigos celtas, aliados de conveniencia de Cartago.
Un fino observador objetará que la ilustración corresponde a un enfrentamiento entre una legión romana y una falange macedónica. Así es, evoca la batalla de Magnesia (190 a. C.), decisiva para el control romano de Grecia. Fue librada por los Escipiones y el seleúcida Antíoco III. En todo caso, la panoplia romana es similar a la que ya usaban cuando Aníbal invadió Italia. Por cierto, en el 190, el general cartaginés se había exiliado en la corte de Antíoco y luchaba a sus órdenes.
Prueba 2. Tres cuartos de lo mismo le pasa a Francisco Narla con la cubierta de su novela Donde aúllan las colinas. El casco retratado también es del siglo I d. C., pero la acción es de uno antes. La trama se ambienta en el final de la Segunda Guerra Civil de la República, librada entre el 49 y el 45 a. C.. César, que ya es dictador, manda a un comando de leales a buscar un tesoro en el finisterrae galaico.
Una cubierta bien documentada nos mostraría, por lo menos, la gálea coolus de un veterano de las legiones de César, que fue asesinado en el 44 a. C.. Es la que lleva, en la foto, un miembro de un grupo de recreación histórica. Pero no se inspiraría en los cascos de las legiones de Nerón, que se suicidó en el 68 d. C.
Hablando de César, la novela Los idus de Marzo, de Thorton Wilder, trata, justamente, sobre los últimos meses del dictador republicano. Pero tiene en la portada una pintura de Jacques-Louis David, El juramento de los Horacios, que tampoco es sincrónica.
Hablamos de un hecho legendario de los tiempos del tercer rey de Roma, Tulio Hostilio, allá por el siglo VII a. C. Los trillizos Horacios, modelos de virtudes viriles romanas, tenían que enfrentarse en duelo contra los Curiacios, también trillizos, pero de la ciudad enemiga de Alba Longa.
Hay saltos de hasta siete siglos entre una portada y la acción
Para darle un tono de culebrón, la leyenda dice que una Curiacia estaba casada con un Horacio y una Horacia prometida a un Curiacio. Al final, dos Horacios mueren en el combate, el superviviente vence y, con ello, Roma gana la guerra. Pero Camila, la romana prometida, le reprocha a su hermano que haya matado a su galán. El vencedor, ni corto ni perezoso, la atraviesa con su espada y la manda a casarse, pero al Hades. Pues bien, aquí no es que falle la documentación, es que alguien le dijo al diseñador: «Pon lo primero que encuentres con espadas y las pantorrillas al aire que esto es para ayer y la peña no se entera». Y, en consecuencia, aquí presentamos, señoría, la prueba número 3.

El resultado es un salto temporal de siete siglos, como si ilustrásemos un reportaje sobre la caída de Sadam Hussein con la toma de Bagdad por Tamerlán. Ni siquiera David estaba bien asesorado —¡Hasta alfanjes les da su padre a los Horacios!—, pero a un pintor del siglo XVIII se le puede perdonar.
Si vas a usar una imagen de la Roma monárquica, tendrá que ser, más bien, como la que nos pinta el ilustrador militar Richard Hook y no la del Hollywood rancio que aparece en la portada de la novela de Wilder. Y si te quieres ajustar a la época del magnicidio de César, tendrás que volver a los legionarios descritos arriba.
Prueba número 4. Y para terminar, ¡la repanocha! Esto ya es la bomba. Una pifia de manual de portadas históricas al estilo ¡Que salga el sol por Antequera!
¡Brrrruuuuuuuuuuummm! (redoble) ¡Tachán! (platillos), tengo el gusto personal y el disgusto documental de presentarles el superventas (lleva el marchamo, no lo digo yo) Puertas de fuego, de Steven Pressfield. Esta novela revive la heroica defensa de las Termópilas por Leónidas y sus Trescientos en el año 480 a. C.. Todo un hito de la historia y de los mitos de la cultura popular occidental.

En buena lógica, en la portada tendríamos que ver a un hoplita espartano a pie, con su lanza y su escudo con la lambda roja (L de Lacedemonia, nombre griego del territorio de la polis de Esparta). Pues no, no vemos eso.
Lo que tenemos es la carga heroica, con el águila de su legión en la mano, de un jinete auxiliar romano. «¡Oye!, que eran espartanos y de cinco siglos antes», se atrevió a protestar un becario de la editorial el día que vio la prueba de imprenta. «¡Ssshhh! Tú calladico y a buscar los cafés», fue la enseñanza que el buen pasante sacó aquel día.
El auxiliar que nos presenta el ilustrador Chris Collingwood mira y remira la portada y no da crédito. Y es que no es para menos. En fin, que Roma no se hizo en un día y ya se ve, aunque sea a base de errores, que la panoplia de sus legiones tampoco.
[Esta entrada es una versión más amplia de un artículo del autor en el número 2 la revista literaria digital Capítulo 1]
Rosa
Pues tampoco creo yo que cueste tanto documentarse para las portadas de los libros. Se supone que es parte de la profesión de editor si se quiere hacer un trabajo riguroso. Me imagino la decepción y la rabia del autor del libro cuando reciba los primeros ejemplares, aunque se supone que lo habrán consultado con él. Tampoco controlo mucho de ese mundo porque nunca he publicado nada, pero sería lógico que es autor participara en la elección de la portada.
Muy ilustrativo (e ilustrado) tu artículo.
Un beso.
José Juan Picos
Creo que es una cuestión económica. Hay una revista de historia militar que sigo, «Desperta ferro», y empezaron con muchas ilustraciones, y de mucha calidad, y ahora recurren más a las fotos arqueológicas y museísticas, que suelen estar disponibles en bancos de imágenes.
Supongo que por ahorrar tiempo, además de dinero (que al final es lo mismo), en las editoriales recurren a esos bancos. Los buenos ilustradores son caros y, a veces, discuten sobre el encargo… ¡Imagínate! Y si encima el escritor también se pone flamenco (que a veces no se ponen porque ellos tampoco están muy documentados). Aparte, los cascos imperiales son más vistosos y están en la memoria de la gente. En fin…
Muchas gracias por tu comentario. Un beso.
Edgar
En este mundo comercial presentar un libro sobre tema romano sin incluir la armadura del siglo 1 es arriesgarse a que el libro no llame la atención y no venda , pues la imagen del legionario que el público tiene en la mente es la del siglo 1 y ninguna otra más.
José Juan Picos
Sí, creo que es tal y como dices. También es verdad que los cascos imperiales, o las corazas segmentadas, forman una armadura muy vistosa y reconocible. Reconocible porque es lo que hemos visto en películas y series, donde ya se notaba la falta de documentación, con sus excepciones, claro, que también las hay. Muchas gracias por tu comentario. Un saludo.