Midas, rey de Frigia y devoto de Dioniso, rescató a Sileno de un coma etílico y lo devolvió al tíaso. Baco le quedó muy agradecido por el respeto hacia su mentor. En consecuencia, e igual que el genio de la lámpara de Aladino, el dios le dijo al rey que podía pedirle un deseo. Y, lo que es mejor, que le sería concedido…

Como decía mi primer jefe, el sagaz Emiliano Aláiz, los periodistas tenemos que comer mucho langostino para llevar garbanzos a casa. Clic para tuitear

«Midas ante Baco» según la versión del pintor francés Nicolas Poussin (ca. 1630).

A ver, Midas tenía un trono, un reino, un palacio, un harén, un tesoro, un ejército, cobradores de impuestos… Y muy poco seso. Para los fabulistas griegos, fue un ejemplo de las consecuencias de mezclar poder y estulticia. Vamos, que era un tonto con corona. Por eso mismo, su codicia saltó la barrera de la prudencia cuando el ambiguo dios le hizo la oferta. Así que Midas le pidió a Baco que todo lo que tocara con sus manos, se convirtiera en oro: «Vale, concedido. ¡Tú verás!».

¡Qué saltos, qué alegría, que alborozo!, cuando Midas tocó una piedra y se convirtió en un pepitón; y cuando agarró una rama y la convirtió en una rama dorada (no la de Eneas ni la de Frazer, otra). Cansado de fabricar oro, porque hasta de eso nos podemos cansar, pidió un vaso de agua… ¡No!, de agua, no, de vino, que aquello había que celebrarlo. Y, de lo más sobrado, ordenó que el vaso fuera de cristal.

Claro, al tocarlo, se hizo de oro puro. ¡Hmmmm!, qué bien le iba a saber ese licor divino. Hasta que se llevó el vaso a los labios y «la bendición de Dioniso» no los besó. Claro, el vino también se había vuelto metal precioso. Suerte tuvo de que el lingote se hubiera fundido con el vaso, porque, si no, le rompe un diente. ¡Buah!, menudo problema, ¡pues se lo pone de oro! En fin.

«La calumnia de Apeles», de Sandro Boticelli (1495). La Sospecha y la Ignorancia susurran malos consejos en las orejas de asno de Midas.

Termino aquí con la fábula para recordar, una vez más, que todo está en los mitos. Y, desde luego, Midas. Esta semana me lo he encontrado en mi profesión, nada ajena a la estulticia, a la vanidad y a dejarse encandilar por el vil metal. Un trabajo en el que podemos confundir audacia con imprudencia. Si te cuentan lo contrario, y todos los días te lo cuentan, no hagas caso. Los periodistas también somos humanos y tenemos gastos todos los meses y ansias de mejorar de vida. Un afán legítimo que puede, claro que sí, degenerar en codicia.

Pocas voces críticas se han oído sobre la descarada muestra de venalidad de que han hecho gala ocho diarios esta semana. Y no será porque no la censuren todos los códigos éticos del mundo. Resumo el caso: en plena cumbre climática en Madrid, la prensa española le ha alquilado la fachada a Endesa.

Dentro de la profesión, una de esas voces críticas ha sido la de Lucía Méndez, de El Mundo. Pero no aplaudas, que dispara sin bala: «Una empresa compra la primera página de los diarios nacionales para ocuparla con su publicidad. No son momentos para dar lecciones sobre ética y moral en el periodismo. El que esté libre de culpa, que tire la primera piedra. Pero no acabo de acostumbrarme a verlo sin escalofríos». Ni arre ni só. ¿Y cuándo es buen momento para que los periodistas hablemos de ética?, ¿cuando el resto de ciudadanos ya no nos crean en absoluto, algo de lo que llevamos camino?

Como decía mi primer jefe de verdad, el sagaz Emiliano Aláiz, los periodistas tenemos que comer mucho langostino para llevar garbanzos a casa. Bueno, eso era antes, creo que ahora comen canapés de chía. En fin, Aláiz quería decir, o así lo entendí yo, que nos movemos muy cerca del banquete de los dioses, del néctar y de la ambrosía de los inmortales. De las tentaciones del poder, que son peores que las de San Antonio. ¡A ver quien es el valiente que luego se conforma con las ofertas de Lidl! ¿No has oído a viejos periodistas llamar al gremio «clase periodística»? Pues eso.

A lo que iba, que me disperso. Mira la imagen que te traigo, esa que va justo debajo de este párrafo. Sí, esa misma en la que las fotos son gemelas y los titulares, mellizos. Son las primeras (los diarios no tienen portada ni contraportada) de ocho periódicos del día 2 de diciembre, jornada inaugural de la cumbre climática de Madrid. ¿Dirías que es información?, ¿o que es publicidad? Si te fijas, La Vanguardia lo aclara, pero no la libra de culpa.

Un mérito hay que reconocerle a Endesa, la empresa mas contaminante de España según el Observatorio de la Sostenibilidad: que haya puesto de acuerdo a El País y a ABC y a madrileños y catalanes.

¿Y qué tiene que ver esto con Midas? Pues que cualquier lector con dos dedos de frente y una pizca de ética se preguntará si todo lo que tragan esos periódicos —y nos hacen tragar— no será más que oro y, por tanto, indigerible. O que todo lo que esos medios, nada saneados, tocan, se vuelve vil metal. Yo me lo pregunto. No, mentira: soy doctor en Periodismo con una tesis sobre ética profesional y me he pasado más de treinta años en el gremio. Ya sé la respuesta.

Esta semana, el Baco que le concedió a la prensa el oro y el moro ha sido Endesa. Pero, hace casi cinco años, el 28 de enero de 2015, el metamórfico Dioniso se transformó en un banco para tentar, con éxito, al Midas de la prensa. Ahí lo tienes: eso es lo que cuesta una primera, no lo que debería valer.

¿Cómo dices?, ¿que Ada Colau también ha criticado esas portadas?: «Una imagen demoledora del descrédito más que justificado del sistema político, económico y mediático actual». Pues bien que lo sabrá ella, cuya incompetencia, sectarismo y destreza proteica son cómplices en la destrucción de la imagen internacional de Barcelona. ¿Diría lo mismo si la cumbre se celebrara allí? Bueno, con Ada nunca se sabe. Iría al convite y luego largaría una soflama. O viceversa. Ya lo ha hecho antes.

Lo Colau no quita lo cortesano, como bien se advierte en la sonrisa de la alcaldesa.

Colau es la alcaldesa de la capital de la comunidad autónoma cuyo gobierno regional gasta más dinero en subvencionar a los medios para que colaboren con sus intereses. Para muestra, otro ejemplo de solidaridad mediática y midática, el del editorial conjunto de los diarios catalanes a favor de la reforma del estatuto del 26 de noviembre de 2009.

¿Crees que ahí no había manos alquímicas que convertían la información en oro? Mira en este enlace de Crónica Global. Esas manos no son, solamente, las de los empresarios editoriales apesebrados, sino, también, las de auténticos Midas, palabra que, en catalán, se traduce como Pujol. Titiriteros que se afanan en manejar el periodismo con hilos de oro.

Nada escapa a los mitos. Quizá reconociendo tal axioma y conociendo la mitología, no nos quedaremos en todo lo alto con las orejas de asno que Apolo le puso a Midas. Un público enterado, un ciudadano culto, señala como acémilas a los midas vendedores de humo y a los que se abren de primeras ante la publicidad.

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