Carmen Molist es una librera querida y respetada entre los lectores de La Coruña. Tiene un lema: «Es un buen libro aquel que se abre con expectación y se cierra con provecho». Supongo que la lectura de mi novela picaresca El viento de mis velas (Peripecias de un empedernido bebedor de café) le fue provechosa. Porque esto opinó de ella en su blog Los libros de Molist el 23 de octubre de 2013:
«Interesante, amena, bonita, fiel a la historia y muy bien escrita» Clic para tuitear
«Interesante, amena, bonita, fiel a la historia y muy bien escrita». En aquel momento, era fácil encontrar ejemplares en papel en las librerías gallegas. Hoy está a tu disposición en Amazon.
Para echarnos esas flores, Carmen se hizo eco de una información publicada en El Ideal Gallego el 12 de diciembre de 2012. Era una crónica sobre la presentación de la novela, realizada en La Cocina Económica, institución coruñesa a la que donaríamos un euro de cada ejemplar vendido. Con ese pie, nos hizo la siguiente reseña. No hablo en plural mayestático, me refiero a la novela y a mí.

Según la veterana librera, es el tipo de libro que todo coruñés debería leer. «En mi humilde opinión, todos deberíamos conocer un poco más sobre la historia de La Coruña y las condiciones de vida de las que disfrutaba su población», dice Carmen.
«Tienes toda la pinta de ser escritor», me soltó sin conocerme.
Añade que, dado que se trata «de una especie de novela picaresca, el lenguaje que el escritor utiliza resulta muy ameno y fácil de entender. Es cierto que a veces se debe contar con un diccionario, pero me parece más que lógico que así sea». El tiempo y los contratiempos me han enseñado que, si uno entiende el libro como un producto y quiere que lo lean más de tres, el autor no debe empujar al lector a consultar el DLE. Ahí es cuando se echa en falta un buen editor que, entendiendo que el manuscrito tiene su aquel, te quite las tonterías, los cultismos y hasta los culteranismos.
Por cierto, uno de ellos me dijo me dijo una vez que mi estilo era «un poco barroco». Y yo le contesté: «Creo que la palabra que buscas es redicho». Después de reírse, se comprometió a limpiar todo rastro de cursilería en el manuscrito que le había enviado, que no era otro que mi último libro, ¿Nos hacemos unos griegos? (LGTBI en el Olimpo y su vecindario).

La librera Molist considera que los personajes de El viento de mis velas «están muy bien conseguidos. Y, en cuanto a la historia, me queda claro que el escritor ha hecho buen uso del Archivo de La Coruña. También me ha gustado mucho que en todo el texto no se notan influencias periodísticas a la hora de elaborar el texto».
Y remata así: «Para mí ha sido un libro muy logrado, interesante, ameno, bonito, fiel a la historia y muy bien escrito. Espero poder leer algo parecido pronto».
No se me caerían las cananas por seguir siendo mercenario.
Le agradecí mucho aquellos elogios, claro. Pero ningún piropo superará al primero que me echó. Fue a principio de 2013, cuando andaba repartiendo los ejemplares que mi mecenas y editor, José Luis Saavedra, había colocado. Al entrar en su librería, me miró de arriba abajo y sentenció: «Eres escritor. Tienes toda la pinta y no lo puedes negar». Bueno, llevaba mucho tiempo escribiendo, como periodista y como guionista de televisión, pero yo me consideraba un mercenario. Nunca tuve ínfulas de escritor, las cosas como son. Y hoy creo que por ser un mercenario de las campañas editoriales, es decir, alguien que escribe para vender, tampoco se me caerían los anillos. Ni las cananas.