Esta semana han coincidido un par de hechos sin relación aparente. El cuento de la criada ha recibido cinco Emmys y los protestantes celebran el medio milenio de la Reforma, el cisma de Lutero con la Biblia como estandarte. Digo «aparente» porque yo creo que sí la tienen. Y, a su vez, ambos hechos se relacionan con una entrada anterior de este blog: Palabra de Dios: a vueltas con la Biblia.
Tras los Emmys, todos arriman el ascua a su sardina ideológica Clic para tuitear
Decía en ella, y digo, que los escritores descreídos no debemos renunciar al conocimiento de la Biblia. Como todo relato mitológico, es un arsenal de arquetipos y situaciones que nos ayudan a explicar y a explicarnos.
El cuento de la criada, antes que serie, fue novela corta. La escribió la canadiense Margaret Atwood y se publicó en 1985. No he visto la serie, pero he leído la novela. Me sorprendió la idea y me aburrió el desarrollo. Estos días se ha escrito mucho sobre su oportunidad: patriarcado, lesbianismo, fundamentalismo, vientres de alquiler, hipervigilancia, el presidente de color zanahoria y boquita de pitiminí… Cada cual ha llevado el ascua a su sardina ideológica. Y más con cinco Emmys.
La historia es una distopía. EE. UU. se ha convertido en una teocracia cristiana radical cuyas élites se han quedado estériles tras un apocalipsis nuclear. Solo un puñado de mujeres puede concebir y son usadas como vientres esclavos. Sus dueños las poseen entre las piernas de sus esposas, en un remedo de la fecundación conyugal. Y ahí vamos, porque lo que me interesa es que el relato de la Atwood se basa, literalmente, en un mito bíblico, y no de los más baladíes. Encontramos tal fábula en el libro del Génesis.
El cuento de la criada se inspira en el mito bíblico de Jacob
Jacob huyó de la casa de su padre, Isaac, porque le hizo la trece catorce con la primogenitura a su hermano Esaú. Y buscó asilo en la de su tío materno, Labán, en Mesopotamia. Allí se enamoró de su prima Raquel. Labán le concedió su mano, pero en la noche de bodas el muy trilero se la escamoteó y le puso en el tálamo a su primogénita, Lía. Jacob, burlador burlado.

Ante la queja del pardillo, su tío le explicó que en aquella tierra no se entregaba antes a la hija menor que a la mayor. Desvirgada Lía, Jacob recibió a Raquel siete días después. Y aquí dice el Génesis (29:30-31):
Entró también a Raquel Jacob, y la amó más que a Lía […] Viendo Yavé que Lía era desamada, abrió su matriz, mientras que Raquel era estéril.
De una tacada, Lía le dio a su esposo cuatro hijos: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Pero Raquel, celosa de su hermana, tiró de victimismo —pasión muy desatada en estos días— y lo amenazó (Gén. 30:1-2):
«Dame hijos o me muero». Airóse Jacob contra Raquel, y le dijo: «¿Por ventura soy yo Dios, que te ha hecho estéril?»
«Entra a ella, que para sobre mis rodillas» (Gén. 30:3-5)
Pero Raquel, que ya sabía latín y su arameo natal, se sacó de la manga —¡nada por aquí, nada por allá!— la solución. Cada hija de Labán, cada esposa de Jacob, tenía una esclava. O sea, una criada en la versión de Atwood. A Lía la servía Zelfa y a Raquel la atendía Bala. Y le dijo Raquel a Jacob (Gén. 30:3-5):
«Ahí tienes a mi sierva Bala; entra a ella, que para sobre mis rodillas y tenga yo prole por ella». Diole, pues, su sierva por mujer, y Jacob entró a ella. Concibió Bala, y parió a Jacob un hijo.
Estos versículos del Génesis abren la primera edición de El cuento de la criada en castellano, que es la que yo leí. Y con ellos elabora Atwood una distopía inquietante en la que sesudos analistas mediáticos han visto una cristalina parábola sobre el presente. Así pues, por gestación subrogada, Raquel pare dos hijos: Dan y Neftalí. Y se envanece: «Lucha de Dios he luchado con mi hermana, y la he vencido». Y, claro, Lía se picó y contraatacó (30:9-10):
Viendo Lía que había dejado de tener hijos, tomó a Zelfa, su criada, y se la dio por mujer a Jacob.
Estimadas lectoras, me van a disculpar, pero lo que viene se quedará en micromachismo comparado con la orgía de patriarcado de estos pasajes bíblicos… ¡Jacob se estaba poniendo morado! Por muy obvio que sea, tenía que decirlo en alto. El caso es que Zelfa le dio a su amo otros dos hijos, Gad y Aser. Y llevamos ocho. Para abreviar: de cama en cama, la camada final fue de doce cachorros. Pero, con el último, llamado Benjamín, a Raquel se le fue la vida en el parto.
La Biblia avala una de las teocracias más poderosas del mundo
Decía que este mito no es baladí porque diez hijos y dos nietos de Jacob acaudillaron las Doce Tribus de Israel. La de Leví no recibió un territorio porque el suyo no era de este mundo, se dedicaron al culto. Y la herencia de José, primero esclavo y luego consejero faraónico, se repartió entre sus hijos, Manasés y Efraín.

Así, la Biblia formalizó la promesa que un dios del alba de la Historia, Yavé, le hizo a un cacique de pastores mesopotámicos. Hablo de Abraham, abuelo de Jacob, de la Tierra Prometida y de un pueblo elegido. Y esa promesa fue la base de una de las teocracias más poderosas del planeta, Israel. Vestida de democracia, de acuerdo, pero avalada por un mito que se remonta al segundo milenio antes de Cristo.
Habrá cristianos —católicos, protestantes y ortodoxos— que me quieran mandar a una simbólica hoguera por impiedad. Pero yo no me bajo de la burra descreída: la Biblia es un catálogo mitológico, ¿qué otra cosa iba a ser? Que Dios en forma de paloma preñe a una virgen judía se me hace tan quimérico como que Zeus metamorfoseado en cisne fecunde a una princesa fenicia. Los mitos, mitos son.
No obstante, quienes tenemos el escribir como oficio no debemos despreciar el catálogo de inspiraciones y explicaciones bíblicas. A los renuentes les recomiendo la virtud de Job. Para aprender todo lo que merece la pena saberse es indispensable la paciencia. Es el alimento de la repulsiva oruga envuelta en su crisálida. Antes de rechazar el aprendizaje paciente, pensemos en el fruto de la paciencia del gusano. ¿No es, acaso, un ser que vuela?
Cristina
Eres único encajando las piezas de este puzzle sideral que es la historia de la humanidad. ????
José Juan Picos
¡Buf! Gracias… ¿Qué más puedo decir? Muchas gracias por tu comentario.
Rafael Pérez Latorre
¡Excelente, admirado José Juan!
Las tribus, evidentemente todas de orígen mítico-heroico, son un tema de rabiosa actualidad (lo de „rabiosa» no es, en nuestro caso patrio, una frase hecha).
Por otro lado, hace ahora 45 años que renuncié oficialmente a la fe católica, Para este acto de apostasía había que comparecer, in illo tempore, con dos testigos firmantes. Creo que su obligada presencia era para testimoniar que el apóstata estaba en su sano juicio.
En mi defensa diré que por aquel entonces yo ya andaba liado con Engels y su «Origen de la familia, la propiedad privada y el Estado».
Dicho esto, sigo, al igual que tú, opinando que la lectura de la Biblia —puntualizo: del Antiguo Testamento— es ineludible para comprender el contexto socio-cultural en el que hemos nacido y, de momento, seguimos viviendo.
José Juan Picos
Sí, bien puntualizado lo del Antiguo Testamento, es el más mitológico de los dos. En cuanto a la apostasía, creo que la cosa sigue igual. Una amiga me contó que los trámites son peores que para dar de baja un contrato telefónico.
Nunca le agradeceré bastante a mi padre el empeño que puso en que leyera todo lo que caía en mis manos. Si él, que trabajó desde los once años y apenas se sacó el graduado escolar, lo entendió, cómo es posible que hoy no se entienda. Hoy se leen titulares, tuits y superventas, pero no se lee de verdad, es decir, tomando la lectura como un trampolín, no como un comodín en esta timba de tahúres que es la vida. Y eso que la Biblia aún es un best-seller. Muchas gracias por tu interés y tu comentario.
Rosa Berros Canuria
Bueno, lo que he disfrutado con esta entrada. Yo soy de edad suficiente para haber estudiado en el colegio la Historia Sagrada y además en mi casa había una «Biblia de los niños» en tres tomos, con muchos dibujos y todos esos mitos que mencionas y muchos más. Por supuesto, el Antiguo Testamento, como dice Rafael. El Nuevo, siempre me resultó bastante aburrido.
¿Qué es el arte, literatura incluida, sino un catálogo de tales mitos? ¿Cómo entender la iconografía de las grandes catedrales y las modestas iglesias sin saber los mitos que inspiran sus vidrieras, pinturas y esculturas?
No he leído «El cuento de la criada». He leído otras cosas de la autora que puede ser un poco tediosa, como dices, aunque muy interesante, pero he visto la serie. Se trata de una buena serie, muy bien interpretada y asfixiante, como suelen serlo las distopías. Y sí, el mito de Jacob estaba muy claro.
Un beso.
José Juan Picos
«Asfixiantes», sí, las define muy bien, es verdad. Yo también tuve aquellos libros de Historia Sagrada, que me parecían, a ratos, de aventuras. Y la Biblia que dices imagino que es la misma que tuve yo, una de tapas rojas. Lo que quiero decir con esto es que siento que, en la actualidad, los prejuicios vienen de donde menos se hubiera esperado uno. Y que hay quien se ufana de despreciar estos conocimientos, que, para mí, son vitales. Muchas gracias por tu comentario. ¡Feliz domingo! Un beso.
Elalf
El cuento de la criada tiene más posibilidad de ser llevado a cabo por la ideología de género que por fanáticos religiosos, tal es el caso de una pareja del mismos sexo (hombres) tiene que recurrir a una mujer para usar su vientre, o del otro lado una pareja lesbiana necesitan de la aportación masculina. Si veo un cuento de la criada en el futuro lo veo en el sentido opuesto al que lo plantean en la ficción.
José Juan Picos
Hay que tener en cuenta que la ficción es del año 1985. Con toda seguridad y con la complicidad de las ideologías postmodernas, el tuyo es un punto de vista actualizado con el que es fácil estar de acuerdo. Gracias por tu comentario.