septiembre 2019

La culpa de que el padre de Odiseo, que no fue Laertes, sino Homero, aparezca en esta entrada en condición de barista y no de aedo no es mía. La culpa es de Álvaro Cunqueiro. «¡Anda y vete a pellizcar mármoles!», podrá soltarme algún lector escandalizado. Y yo le responderé que me envía a tan extenuante tarea sin razón. Porque si alguien tendría que ir a pellizcarlos no soy yo, sino Cunqueiro (¡que las Musas lo tengan en su mullido seno!). Y voy a demostrarlo…

¿Que Homero menciona el café en la Odisea? ¡Pero qué barbaridad! Clic para tuitear

Hace unos días andaba yo zapeando y colisioné con el péplum Troya.  Menos mal que no conduzco por las comarcales del cine histórico sin mi airbag documental, porque chatarras de ese calibre se te llevan por delante sin mirar atrás. Lo más extraordinario de la película es, a mi parecer, que los guionistas no maten a Sean Bean. Su agente anduvo listo y le consiguió el papel de Odiseo, que no muere ni en la Ilíada ni en la Odisea, aunque no le falten ocasiones. Al fin y al cabo, es lo que tiene ser un juguete de los dioses. 

Sean Bean en Troya: What the Hades is going on? I'm alive! Clic para tuitear

Va para dos años que la pizza napolitana recibió la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Con tres milenios de historia encima, ya iba siendo hora. ¿Que te parece exagerado lo de los «tres milenios»? Bueno, vamos a verlo…

De las cenizas de Ilión nació, como un ave fénix de las pajareras de Venus, el Imperio Romano. Así lo creía Virgilio; bueno, creerlo, lo que se dice creerlo, igual no lo creía. Al fin y al cabo, era un adulto culto e inteligente, aunque una cosa no vaya siempre con las otras.

¿Fueron refugiados troyanos los que llevaron la pizza a Italia? Clic para tuitear

Nada menos que tres kilos de bronce cargaba sobre los hombros la peor jaqueca de Zeus. Y como si nada. A la diosa que nació del cráneo abierto de su padre no le quedaba otra que tener buena cabeza, claro. Buena por fuera, porque era de una belleza majestuosa, aunque severa. Y, desde luego, magnífica por dentro. No en vano era la diosa de la inteligencia, representada, como ya te conté en dos entradas anteriores, por el mochuelo de ojos despiertos.

Por eso Brad Pitt no luce un auténtico casco corintio en Troya, porque no le veríamos su cara bonita. Clic para tuitear