¡Llegó! Aquí está el gran compromiso de las pascuas. Armados de paciencia, nos disponemos a asistir a una perorata sobre los errores tácticos del Madrid o a una arenga sobre lo que habría que hacer en la esquina noreste de la Península. También a los últimísimos chistes sobre Manneken Puchi. Pero armados con buen apetito, una estampita del Santo Job y los consejos que siguen puede que no nos convirtamos en daños colaterales de la cena de Nochebuena. Y que soportes a tu cuñado.

En la idiosincrasia de todo cuñao está el quejarse de que se pierden las tradiciones españolas. No te rías: un cuñao es un cínico —filosóficamente hablando—. Te enfrentas a un malabarista de las paradojas que, a mano abierta, amaga un bofetón dialéctico por la diestra y te remata por la siniestra. Su auténtico poder no reside en su arsenal argumental, sino en su descaro y en su irreductible postureo.
Ni la lotería ni los belenes ni el pavo ni el roscón nacieron en España. Pero los hemos hecho muy nuestros. Clic para tuitear