El titular de esta entrada se oye mucho en estos días mezquinos. Es un tiempo de donde dije digo, digo Diego, por si las moscas, que las hay por enjambres, dado el albañal en que chapoteamos. Va de citas indebidas, pero no de las de First Dates.
No son minoría los que han empuñado sentencias de insignes cadáveres para justificar acciones u omisiones en lo de Cataluña. Lo malo no es que citen a personajes célebres para justificar el sí, el no o el ni contigo ni sin ti. Lo pésimo es que esas citas no salieron de las bocas de esos pobres difuntos que ahora no pueden decir esta boca es mía. O peor: no las dijeron con la intención con que las cogen al vuelo tirios y troyanos.
Citar es un ejercicio de rigor, que en ocasiones agota, como he tenido ocasión de comprobar en mi último ensayo, Brexit con puñetas. Y ese rigor empieza a fallar, gracias a Internet, entre mis colegas periodistas. Es una paradoja de estos tiempos en los que un dato está a un clic de nosotros, de nuestros textos y, en consecuencia, de nuestra autoridad y de la confianza de los lectores.
El rigor al citar escasea entre los periodistas más prestigiosos
Empiezo con Carles Francino y uno de sus editoriales (masculino: «artículo editorial»; femenino: «empresa que edita»). Lo emitió en la SER el día 26 de los corrientes. Es una loa a los equidistantes en la que, sin embargo, toma partido desde el momento en que compara con la misma alegría sedición y ejercicio de la ley.